2011-05-30-abpnoticias-
Varios acontecimientos
recientes han reactivado el clásico debate doble sobre, por un lado, las
relaciones entre organización y espontaneísmo y, por otro lado, las
relaciones entre la organización militante y los partidos electorales de
masas, los sindicatos y los movimientos populares y sociales.
Algunos de estos acontecimientos son las sublevaciones de las masas
musulmanas en África del norte; las movilizaciones juveniles en muchas zonas
de Europa --Estados español y francés, Gran Bretaña, Italia, Alemania,
etc.-- al llamado de pequeñas iniciativas contra la explotación; las fugaces
luchas obreras y populares que surgen con más frecuencia de lo reconocido
por el poder pero que se agotan rápidamente como, por ejemplo, en los EEUU;
la movilización que está teniendo lugar en Euskal Herria y que se ha
plasmado en la victoria de Bildu; la participación del pueblo cubano en los
debates del VI Congreso del PC; la decisión del pueblo islandés por aplicar
justicia a los culpables de la crisis; la lucha popular en Honduras pese a
la dura represión que padece desde el golpe de Estado, etcétera.
Deliberadamente hemos citado experiencias extremas, en apariencia
incompatibles, para llevar el debate a su punto crítico: la necesidad de la
organización de vanguardia tal como fue desarrollada por el marxismo desde
comienzos del siglo XX. Al toro hay que cogerlo por los cuernos,
especialmente ahora que el movimiento de los indignados reactiva la ilusión
de las virtudes del espontaneísmo, de la omnipotencia de las redes sociales,
de twitter y de las nuevas tecnologías de la comunicación, a la vez que
aparenta desacreditar a las “viejas organizaciones de vanguardia”,
demostrando la superioridad de la “rebeldía juvenil” sobre el agónico
movimiento obrero, etc. En absoluto son tesis nuevas. Por el contrario, y
como veremos, la necesidad de la organización revolucionaria se sustenta,
como mínimo, en diez lecciones reiteradamente confirmadas por la historia:
Una, la tendencia de las masas explotadas a aceptar las promesas de las
minorías explotadoras, a creerse sus mentiras, o sea, la inercia de la
credulidad. Dos, los límites de la lucha individual y/o colectiva de mera
protesta, que carezca de una visión crítica de la naturaleza del enemigo al
que se enfrenta. Tres los límites de las luchas espontáneas, de los motines,
revueltas y sublevaciones sociales que estallan cuando la opresión se hace
insostenible. Cuatro, la capacidad de la burguesía para pudrir no solamente
estas revueltas sino sobre procesos de luchas ascendentes que terminan
ahogándose en el pantano parlamentarista. Cinco, la tendencia a la
burocratización y al reformismo de los partidos parlamentaristas de masas
por muy de izquierdas que digan ser. Seis, la tendencia al corporativismo
pactista y economicista del sindicalismo. Siete, la tendencia a los
vaivenes, al estancamiento y retroceso de los movimientos populares y
sociales. Ocho, los efectos alienadores y disgregadores del capitalismo.
Nueve, la efectividad de las represiones y violencias burguesas. No hace
falta decir que estas lecciones se presentan interactuando todas ellas o
muchas de ellas, creando sinergias muy complejas que sólo pueden
desentrañarse teórica y prácticamente aplicando el marxismo. Y esta es la
décima y última lección que demuestra la necesidad y la urgencia de
organizarse, a saber, la teoría revolucionaria sólo puede desarrollarse
mediante un colectivo organizado para ello.
1.- Credulidad en las promesas de los opresores:
Sobra la primera lección podemos extendernos indefinidamente. Lo mejor es
tomar conciencia de su persistencia histórica: Tucídides explica cómo
Brásidas prometió dar la libertad a los esclavos hilotas que se
identificasen públicamente como fervientes luchadores a favor de Esparta.
Unos dos mil aceptaron la propuesta y fueron premiados, pero: “poco después
los espartanos los hicieron desaparecer y nadie sabe cómo murió cada uno”.
De esto hace aproximadamente 2435 años y desde entonces la necesidad de la
organización tomó nuevos bríos, muy en especial cuando la represión
imperialista reactivó la táctica espartana de “desapariciones forzadas”.
Entre el -89 y -88, Mario y Cinna organizaron un ejército popular para
vencer a las clases ricas en Roma. Prometieron la libertad a los esclavos y
a los gladiadores que se volcaron en la batalla, y tras la derrota
ejecutaron a 100 nobles. Esto asustó a Mario y Cinna, y les llevó a unir sus
fuerzas con la clase senatorial vencida para, con esa nueva alianza,
aplastar a los esclavos: una noche rodearon su campamento y los
exterminaron. En el +37 Sexto Pompeyo liberó a esclavos para que luchasen en
su ejército contra Augusto en la guerra de Sicilia. Sexto Pompeyo perdió y
huyó, y Augusto prometió respetar la libertad de los esclavos pero en
secreto organizó su desarme, la entrega a sus amos y el asesinato de los
esclavos cuyos amos no fueron encontrados vivos.
La esclavitud romana era atroz, lo que añade un sangriento plus de
importancia a estas y otras muestras de credulidad. Es cierto que las luchas
de las clases y de los pueblos precapitalistas nunca se plantearon crear un
nuevo orden cualitativo, excepto vagas utopías. Sin embargo, la credulidad
de las masas explotadas, sean esclavas, siervas, campesinas, artesanas,
proletarias, etc., sigue existiendo a pesar de los relativos avances en
educación, prensa, derechos, etc., logrados en la sociedad burguesa gracias
a múltiples luchas. La credulidad en el opresor tiene diversas causas:
ignorancia, miedo, alienación y fetichismo, creencias religiosas. La
organización revolucionaria aparece aquí como imprescindible porque aporta,
además de una argumentación teórica rigurosa sobre los terribles efectos de
la credulidad, también y sobre todo porque facilita la praxis de liberación,
el debate práctico conjunto, la crítica y la autocrítica entre personas que
aprenden a liberarse en su misma vida personal y colectiva. La credulidad se
caracteriza, entre otras cosas, por cierta dosis de fe, de irracionalismo,
en un ser superior, sea dios, amo, empresario, general, o en burocracia como
el Estado. La organización lo que hace en este crucial asunto es demoler esa
fe, introducir racionalidad crítica y conocimiento histórico, político,
ético, etc., siempre unido a una práctica militante.
2.- Límites de la lucha de mera protesta, que carezca de una visión crítica
del opresor:
Sobre la segunda razón tenemos que decir que, sin una suficiente conciencia
personal y política, cualquier protesta por inicial y embrionaria que sea
tiende a terminar en fracaso. Como hemos dicho antes, en las sociedades
precapitalistas era muy difícil desarrollar una teoría adecuada. Los galeses
que fueron masacrados en el siglo XI por los anglonormandos apenas intuían
más allá del objetivo visible de los invasores: quitarles sus tierras. Pero
había otro objetivo más largo y demoledor: “la exterminación de todos los
bretones para que nunca más se pronunciara su nombre”, como escribió un
cronista de la época. Los pueblos indios y filipinos que sufrían el
terrorismo español apenas comprendían la declaración real que se les leía
antes de pasarlos a cuchillo, o quemarlos o descuartizarlos vivos mientras
sus mujeres, hermana y amigas eran violadas delante de los hombres. Pero una
vez que comprendieron la naturaleza del invasor le resistieron con
desesperación. Incluso hoy en día, miles de mujeres que sufren terrorismo
patriarcal dudan en denunciar a su marido, novio, amigo o vecino, y
centenales de ellas se retractan y retiran su acusación poco antes del
juicio.
Por esto mismo, las organizaciones feministas son imprescindibles para
concienciar a las mujeres, para aportarles una visión crítica de la
explotación patriarco-burguesa, de la necesidad de que salgan de su soledad,
se relaciones y se integren en esos u otros grupos para encontrar fuerzas
que les ayuden a luchar. Lo mismo hay que decir sobre el resto de
situaciones de injusticia y dominación, de opresión, sean las que fueren.
Sin una organización suficiente, los sectores oprimidos nunca podrán conocer
su situación, obtener información y realizar debates, atraer más miembros y
avanzar en la coordinación con otros colectivos que tienen los mismos o
parecidos objetivos. Si miramos el problema desde una perspectiva más
amplia, por ejemplo, desde la que nos alerta de la fuerza organizada del
sistema patriarcal mediante las Iglesias y sus medios, desde el machismo y
sexismo de la prensa y de los espectáculos, desde el machismo de los
partidos y sindicatos, desde la indiferencia de muchas instituciones
burguesas ante la opresión de la mujer y sobre todo, desde la ferocidad
invisible y normalizada del terrorismo patriarcal, desde esta perspectiva
que nos explica cómo y por qué sobrevive tanto la dominación masculina,
comprenderemos la importancia de las organizaciones feministas, y en general
de todas las organizaciones.
3.- Desconocimiento de los objetivos del opresor y de su ferocidad:
Sobre la tercera razón, hay que decir que es un freno poderoso que solamente
puede ser superado por la organización que aporta un saber crítico basado en
la experiencia colectiva, mucho más grave es el problema de los límites de
las luchas espontáneas individuales o colectivas, de los motines, revueltas
y sublevaciones sociales que estallan cuando la opresión se hace
insostenible. Ya se de forma aislada o en grupo, los estallidos súbitos o
insuficientemente organizados pueden obtener triunfos inmediatos, y los
obtienen porque cogen por sorpresa al poder establecido. Entre -116 y -114
se produjo una revolución en la ciudad aquea de Dime, ocupada por los
romanos, para acabar con las deudas causadas por los altos impuestos, entre
otros objetivos. Se quemaron los archivos públicos, se cancelaron las deudas
y demás contratos. Pero la revolución fue derrotada, dos de sus cabecillas
fueron muertos y otro enviado a Roma para ser juzgado. En 1871 el pueblo de
París se sublevó contra la alianza entre la burguesía francesa y el ejército
alemán ocupante. Pese al heroísmo impresionante, la Comuna fue masacrada
atrozmente, entre otras razones porque no pudieron organizarse lo
suficiente, ni ser suficientemente radicales en sus medidas liberadoras. En
la IIGM Varsovia se sublevó dos veces contra la barbarie nazi, y las dos fue
masacrada. Estos ejemplos distantes más de dos mil años y ocurridos en dos
modos de producción muy diferentes, el esclavista y el capitalista, tienen
sin embargo un denominador común: la escasa organización previa.
La necesidad de la organización es tanto más perentoria y vital cuanto más
importante es el objetivo a conquistar, cuanto más ansiosas y activas están
las masas, y cuanto mayor y más cruel es la voluntad del opresor de seguir
explotando. Sea la lucha que fuere, desde una pequeña asamblea de vecinos
que bloquean una empresa que contamina el barrio, hasta una insurrección
revolucionaria para derrocar a la burguesía, pasando por una huelga obrera,
en todos los casos la organización debe existir con anterioridad, debatiendo
los objetivos, la estrategia y la táctica, analizando las relaciones de
fuerzas, discutiendo las tácticas y los medios necesarios y los no
necesarios, haciendo propaganda y ampliando las alianzas, buscando además de
recursos, también planes alternativos tras estudiar las posibles reacciones
de los aliados, de los indecisos y sobre todo del poder al que se quiere
vencer, sea el poder universitario, el municipal, el judicial, el
empresaria, el patriarcal, el político y de forma decisiva el militar. La
espontaneidad, la que fuere, tiene unos límites precisos que aparecen
después de las primeras victorias, si las hay, cuando se empieza a ver que
el poder es más fuerte de lo que se creía, tiene más defensas, tiene aliados
dentro del bando luchador, puede sobornar y corromper. La lucha espontánea
tiende a apagarse cuando la lucha de prolonga, el objetivo se aleja, la
estrategia empieza a fallar, las tácticas propias ya no hacen daño al
opresor; y cuando éste, responde con ataques inesperados y sorpresivos. Para
evitar todo esto es imprescindible organizarse con anterioridad.
4.- Capacidad burguesa para pudrir las luchas:
Sobre la cuarta razón, hay que decir que si bien el exterminio sangriento,
el terrorismo, es la última garantía de la civilización del capital, no es
menos cierto que la burguesía experimentada prefiere antes desgastar,
desorientar y desunir a las clases explotadas mediante una astuta
maquinación en la que intervienen las concesiones puntuales, el préstamo del
gobierno a la izquierda --nunca ceder el Estado y menos el ejército--, etc.,
a la vez que la represión selectiva del sector más radical y consciente. Las
luchas ludditas de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX,
tuvieron un nivel de organización interna bastante adecuado para las
condiciones de su época, aunque al final fueron derrotadas no tanto por la
represión, con sus asesinaros incluidos, sino sobre todo por las
innovaciones realizadas por la burguesía. El luddismo destruía las máquinas
de vapor que condenaban al paro y a la miseria a miles de familias
trabajadoras, y hasta quemaba los talleres, obligando a muchos empresarios a
trasladarse a otras regiones menos combativas para instalar sus negocios: un
anuncio de las “deslocalizaciones” tan famosas ahora. Pero la burguesía
británica aprendió que era mejor dirigir de forma imperceptible la
radicalidad obrera y popular hacia la trampa institucional, parlamentaria,
en la que el movimiento obrero podía conquistar reivindicaciones importantes
pero nunca decisivas a la larga, y menos aún, irreconciliables con la
propiedad burguesa, con su Estado de clase y con su ejército. Lo mismo
aprendió la alemana cuando vio que la represión policial y judicial de
finales del siglo XIX, y las leyes represivas posteriores, no detenían el
fortalecimiento de la socialdemocracia.
La organización política formada por militantes teórica e históricamente
preparados, es imprescindible para superar estos y otros peligros. No se
superan con la justa ira espontánea, ni con el voluntarismo ignorante, al
contrario, esto facilita la victoria burguesa. Cuanto más poder
institucional logra la izquierda, concejales, alcaldes, diputados,
senadores, ministros, consejeros en empresas y bancos privados, supervisores
en instituciones y empresas públicas desde hospitales hasta universidades,
etcétera, más riesgo existe de que termine cayendo en la trampa burguesa. Un
dato extremadamente inquietante por cuanto irreversible, es que esa
izquierda asuma pequeñas pero simbólicas tareas represivas cedidas
transitoriamente por el poder que antes torturaba, encarcelaba y mataba a
esa izquierda. Recordemos al PC italiano reprimiendo a la izquierda
revolucionaria en los ’70 y 80. Otro dato es el surgimiento de pequeñas
corruptelas económicas, políticas y éticas que irán creciendo como un
pestilente cáncer, sobre todo en la medida en que nadie controle a los
arribistas y chupópteros que se acercan a la izquierda victoriosa para
enriquecerse y lavar su conciencia. Recordemos el miedo de los griegos a
poder corruptor del “oro persa”, que pudría incluso a algunos famosos
espartanos. La síntesis entre burocracia, reformismo y corrupción desintegra
a las organizaciones, sobre todo cuando han renunciado públicamente a
decisivas señas de identidad. Recordemos al PC español aceptando la
monarquía instaurada por Franco. Contra esta fuerte tendencia objetiva tan
confirmada por la historia, sólo se le puede oponer una eficaz y muy
preparada organización militante.
5.- Tendencia a la burocratización de la izquierda:
Sobre la quinta razón, hay que decir que si bien está estrechamente
relacionada con la razón anterior, la cuarta, también tiene operatividad
propia. Una lucha revolucionaria puede burocratizarse aunque no gire al
reformismo y no sea desintegrada en el sistema institucional dominante, pero
sí es necesaria la burocracia para que triunfe el reformismo porque siempre,
en mayor o menos grado, surge el debate interno sobre el reformismo entre
las corriente a favor o en contra. La burocracia es imprescindible trampear
o reprimir el debate a favor de las tesis reformistas. El marxismo fue
consciente de la tendencia objetiva al burocratismo desde su mismo origen, y
el transcurso de las luchas no hizo sino aumentar esa preocupación sobre
todo desde que la socialdemocracia se convirtió en un enorme partido de
masas. Sin embargo, Lenin tardó más tiempo que Rosa Luxemburgo, que Trotsky
y que otro en percatarse del riego objetivo de burocratización. Pero una
cosa es la tendencia objetiva, que no tiene por qué realizarse dependiendo
de las medidas que se tomen y del tipo de organización que se desarrolle; y
otra cosa es el determinismo absoluto consistente en la “ley de hierro” de
la burocracia sostenido por Mitchell siguiendo las tesis de Mosca y Pareto,
y por otro lado, las afirmaciones anarquistas que ven la paja en ojo ajeno
pero no la viga en el propio.
La burocracia tiene raíces objetivas en toda sociedad en la que la división
del trabajo intelectual y el físico está deliberadamente potenciada por la
clase dominante. En toda sociedad en la que la obediencia, la sumisión y la
credulidad en el poder son parte de la síntesis social, de la matriz social.
La tendencia a la burocracia se refuerza cuando la vida política adquiere
velocidad y complejidad, cuando no hay tiempo para consultar a las bases,
etc.; en estos casos el sustitucionismo y el delegacionismo abren la puerta
a la burocratización. En contra del tópico y de la creencia sin base
histórica, son las grandes formaciones parlamentaristas y los pequeños
grupúsculos dirigidos por un líder carismático, los que primero se
burocratizan, mientras que las organizaciones militantes resisten bastante
más. La causa radica en que están formadas por luchadores conscientes de sus
derechos, de la necesidad del debate riguroso, del enorme riesgo para el
futuro de las decisiones tomadas precipitadamente sin la mínima o con una
insuficiente discusión, y de la diferencia insalvable entre credulidad y
credibilidad. Crédulo es el idealista que tiene fe en lo indemostrable, en
la promesa del dirigente que nunca puede ser criticado; la credibilidad
consiste en dar un tiempo justo de confianza a las decisiones de la
dirección asentadas en la experiencia, honradez y coherencia contrastadas a
lo largo de los años y contrastables en todo momento mediante el debate
democrático.
6.- Tendencia al corporativismo economicista del sindicalismo:
Sobre la sexta razón, hay que decir que surge de la propia esencia de la
explotación capitalista y de los límites de la conciencia sindical que gira
casi exclusivamente alrededor de las mejoras salariales y laborales, casi
nunca sociopolíticas y menos aún revolucionarias. CC.OO. y UGT en el Estado
español son un ejemplo incuestionable. Otros sindicatos no han caído tan
bajo pero son realmente muy pocos los sindicatos luchadores precisamente
durante la actual ofensiva salvaje del capital contra el trabajo, y menos lo
que fusionan su acción laboral con otra sociopolítica orientada a la
superación histórica de la dictadura del salario, como en debe ser. Fue Rosa
Luxemburgo la que en 1906 hizo una de las más razonadas y radicales
denuncias de la burocratización economicista del sindicalismo habido hasta
ese momento. La conciencia economicista de la clase obrera surge de la
invisibilidad de la explotación que sufre tanto por el fetichismo como por
la creencia de que tiene los mismos derechos que el empresario, lo que le
lleva a creer que con el simple aumento salarial y con mejoras laborales se
pondrá a la altura del empresario, viviendo como él y teniendo el mismo o
más poder. Pero como la explotación asalariada destroza la salud y reduce el
tiempo libre hasta casi la nada, el obrero, minado ya por la división entre
el trabajo intelectual y el físico, asume como normal que el sindicato sea
dirigido por los especialistas, por los que saben de leyes y tienen sus
despachos justo al lado de los del patrón, con el que almuerzan
frecuentemente.
El sindicalismo sociopolítico necesita de militantes obreros teóricamente
formados, que sepan que son esclavos asalariados de por vida, hasta que se
mueran o hasta que acaben con la dictadura del salario. Pensar esto y
conocer su lógica exige de una formación teórica y política que solamente
puede obtenerse mediante una organización revolucionaria. Más aún, el
militante obrero ha de tener una especial cualidad ética que le ayude a
mantener su lucha. La esclavitud asalariada vuelve extremadamente
dependientes y vulnerables a las personas al carecer de otro recurso vital
que el salario. La burguesía conoce esa debilidad estructural y chantajea,
soborna o atemoriza a los sindicalistas y obreros cuando les falta una ética
revolucionaria. Pero si ya es difícil aprender la teoría y mantener una
lucha sindical, todavía lo es más superar la ética burguesa sustituyéndola
por la ética marxista. Sin una organización que facilite esa emancipación
personal y colectiva es casi imposible lograrlo.
7.- Tendencia a estancamiento y retroceso de los movimientos populares y
sociales:
Sobre la séptima razón, hay que decir que es todavía más aplastante que la
anterior. A diferencia del sindicalismo, que está más o menos presente en la
explotación asalariada porque ésta abarca toda la vida laboral, los
movimientos sociales y populares son voluntarios, sufriendo altibajos y con
una clara dinámica de sustitucionismo de las bases por la dirección sobre
todo en los períodos de reflujo de las movilizaciones. Un ejemplo lo tenemos
en el bluf de las ONGs, de los movimientos antiglobalización, de los Foros
Sociales, y del bajón espectacular hasta casi su desaparición de los “nuevos
movimientos sociales”, “contestatarios” y de “contra cultura” de los ’60 y
todos los ’70. Le experiencia de los “verdes” es concluyente: absorbidos por
el imperialismo alemán. Una de las causas es la propia fugacidad del
“movimiento estudiantil” y “juvenil”, base frecuente de lo anterior, que
estalla en determinados momentos pero que se agota por simple ley biológica
y por las innovaciones represivas del Estado burgués.
La permanentización de núcleos revolucionarios en el interior de los
movimientos es una de las tareas decisivas de la teoría de la organización
tal cual la expuso Lenin a comienzos del siglo XX, que no hacía sino
trasladar a las condiciones represivas zaristas lo que ya era una reflexión
común en las izquierdas de otros países, aunque no tan sistematizada
teóricamente. Lo básico de esta aportación sigue siendo más actual ahora que
entonces por la multiplicación de los mecanismos burgueses de represión,
desactivación y desintegración de los movimientos. La dialéctica entre
espontaneidad y organización aparece aquí con todos sus matices
enriquecedores, y con la advertencia clara de los dos riesgos mortales: la
burocratización y el reformismo que crecen en los movimientos si no existen
en su interior núcleos militantes y aún así el problema sigue existiendo.
8.- Efectos alienadores y disgregadores del capitalismo:
Sobre la octava razón, hay que decir que abarca a la totalidad de los puntos
anteriores y nos lleva a un debate crucial del que hemos adelantado puntos
concretos. Se trata del poder del capital para crear una sociedad
sectorializada, dividida y pulverizada en micropartículas egoístas e
individualistas totalmente aisladas entre ellas y sólo conectadas mediante
los medios que el propio capital impone y determina, los suyos, que
refuerzan esa multidivisión grupuscular. La realidad, que es una totalidad
de contradicciones en lucha, aparenta desaparecer en un informe caos de
egoísmos ferozmente individuales. La sociobiología, el genetismo y el
darwinismo social refuerzan “científicamente” esta creencia. A lo sumo que
se llega, es a aceptar que cada partícula, cada “ciudadano”, tiene
exclusivamente “derechos individuales” que debe negociar y transaccionar
individualmente con el “ciudadano patrón”, con el “ciudadano juez”, etc.,
siempre aceptando la máxima hobbesiana de que el hombre es un lobo para el
hombre. Es cierto que los movimientos sociales, el sindicalismo y otros
grupos mínimamente organizados luchan contra esta realidad pero
insuficientemente por razones obvias.
De nuevo, la organización militante aparece como una necesidad imperiosa
para mostrar que la realidad es más cruda y peor que la versión hobbesiana.
El hombre no es un lobo para el hombre, sino un mercader, que es
infinitamente peor: “homo hominis mercator”. El naturalismo inherente a la
máxima “homo hominis lupus” no puede mostrar la brutal explotación del
capitalismo. Aprender que el ser humano reduce a mercancía a otro ser
humano, comprándolo, vendiéndolo y explotándolo, exige de la praxis
revolucionaria, de la dialéctica entre la acción y el pensamiento en el
interior de los conflictos y siempre en un marco organizativo. Solamente en
el fragor cotidiano de la lucha contra la opresión puede el ser humano
conocer la verdadera naturaleza del capitalismo. La intelectualidad
académica gira tan rápidamente al reformismo o a la derecha, porque, entre
otras cosas, siente horror a la militancia organizada. Otro tanto hay que
decir de sectores estudiantiles que, siendo progresistas, creen que basta
con estar al tanto de las últimas modas intelectuales. La organización
leninista debe y puede aportar una praxis crítica totalizante de la inhumana
mercantilización burguesa, aunque los meritorios esfuerzos individuales
pueden llegar a disponer de una percepción bastante amplia del problema, si
bien unilateral y tendente al individualismo sectario al no ser contrastada
por la praxis crítica colectiva que sólo la garantiza una organización
revolucionaria.
9.- Efectividad de la represión:
Sobre la novena razón, hay que decir que se parte de una teoría amplia de
las violencias y de las represiones, no reduciéndolas a la acción judicial y
policial, sino considerando la totalidad de mecanismos de intimidación,
miedo y represión. La seguridad es una preocupación constante desde que
existe la lucha contra la opresión. La insurrección de los esclavos
cartagineses en varias ciudades itálicas en el -199 fue abortada y masacrada
por la delación de dos esclavos. El campesinado chino se defendía mediante
sectas secretas algunas de las cuales eran sólo de mujeres, de “monjas”. A
mediados del siglo XVI las élites mayas supervivientes al terrorismo español
se organizaron clandestinamente para transcribir en papel la cultura de su
pueblo, el Popol Vuh, que estaba al borde de la extinción. La seguridad
organizativa lo mantuvo a salvo hasta 1701. Blanqui tardó varios años en
encontrar un efectivo sistema de seguridad para su organización. Marx y
Engels siempre mantuvieron una “vida oculta” que garantizaba relaciones
seguras con organizaciones perseguidas y con personas influyentes que habían
militado en la revolución, y que les suministraban desde informaciones muy
valiosas hasta pasaportes, documentos, dinero, etc., para ayudar a quien
sufriese represión.
Pero la seguridad por la seguridad, sin un contenido político, no garantiza
el desvío reformista. Durante la clandestinidad, la socialdemocracia alemana
tenía la célebre y efectiva “Máscara de Acero”, que aseguraba el envío de
propaganda, la celebración de los Congresos, etc., pero que no pudo evitar
ni la burocratización ni el reformismo. Por el contrario, la dirección
bolchevique sabía que su representante en la Duma zarista era un agente de
la policía, aun así lo mantuvo vigilado porque, según Lenin, el efecto
político de sus discursos era más beneficioso que las pocas delaciones que
podía hacer. Obviamente, la seguridad es imprescindible en una dictadura y
también bajo una democracia burguesa restringida y vigilada, pero su
necesidad no desaparece en lo básico ni incluso en una democracia burguesa
muy tolerante. En este caso debe adquirir tres formas básicas: una,
seguridad financiera y de recursos porque una organización hipotecada con
deudas es una organización atada políticamente; dos, seguridad en sus cargos
de responsabilidad, fácil de comprender; y tres, seguridad en la rectitud
ética y política de sus militantes, que sustenta a las dos anteriores. Se
mire por donde se mire, la mejor forma de garantizar la seguridad es la
organización revolucionaria, y no siempre ni automáticamente.
10.- Síntesis y confirmación histórica:
Y la décima razón, síntesis de todas las anteriores, vamos a exponerla
presentando cuatro experiencias históricas. La primera trata sobre la
necesidad del centralismo democrático, del que tal vez tengamos uno de los
primeros ejemplos históricos en el relato que hace Jenofonte tras la
asamblea de los 10.000 en la que analizan las consecuencias de haber perdido
a los generales. Jenofonte explica que los nuevos mandos elegidos
democráticamente han de ser más rectos y honrados que los anteriores, y que
las tropas han de aplicar las decisiones tomadas después de haberlas
debatido y decidido colectivamente con toda diligencia y eficacia, sabiendo
que cuando surjan nuevos problemas deberán reunirse de nuevo para
debatirlos, decidir y practicar lo decidido. Libertad plena de debate
colectivo, garantizada por las medidas de seguridad adecuadas --los griegos
no debatieron lo anterior bajo las flechas enemigas, sino en un lugar seguro
y a prueba de oídos peligrosos--, y aplicación conscientemente asumida de
las decisiones tomadas en el debate. Sin duda, este método, junto a otros,
fue el que garantizó su victoriosa vuelta a la Hélade. No se ha inventado un
método mejor, y, como veremos, las nuevas tecnologías de la información
pueden mejorarlo pero nunca sustituirlo.
La segunda es la necesidad de una permanente lucha teórica, filosófica,
política, etc., no sólo contra la ideología burguesa sino también contra sus
servicios secretos dedicados a la lucha propagandística e ideológica. Los
servicios secretos británicos, por poner un solo ejemplo, tenían una larga
lista de “famosos escritores” en su nómina: Daniel Defoe era uno de ellos,
además de periodistas y criminales del hampa que escribían textos falsos
atribuidos luego a los irlandeses armados o a otras organizaciones. Los
“fondos de reptiles” existieron en Roma y ahora mismo, en la CIA y en todo
Estado burgués. Cuando tienen el apoyo del reformismo, el resultado de su
trabajo puede ser demoledor. Un ejemplo de manipulación burguesa disfrazada
de “progresismo” es el de los “batallones rojos” mexicanos formados por
obreros que pelearon contra las masas campesinas revolucionarias entre 1910
y 1917. Fueron convencidos con argumentos falaces y eurocéntricos, no
exentos de rechazo al “atraso campesino” y a los “salvajes indios”. Vencida
la revolución, la burguesía desarmó los “batallones rojos”, incumplió las
promesas que había hecho, redujo las libertades que todavía existían y
aumentó la represión. Podemos imaginar con cierta plausibilidad que si
hubiera existido una organización marxista sólidamente formada e implantada,
no se hubiera cometido semejante error, o al menos hubiera sido mucho
menor.
La tercera es la del mito de la omnipotencia de Internet, de las “redes
sociales”, de las movilizaciones convocadas mediante teléfonos móviles,
twitter, etc. Al igual que con otros avances tecnocientíficos, los árboles
no deben ocultarnos el bosque, que es lo decisivo. El debate ya aparece en
Marx cuando analiza los contradictorios efectos del telégrafo, que luego,
junto al ferrocarril y el teléfono, fueron decisivos en las revoluciones
mexicana y bolchevique. Internet ha facilitado la recuperación de las
izquierdas mundiales desde finales del siglo XX, y el uso en red de la
telefonía móvil es un arma que ha cosechado algunas victorias. Todo esto es
cierto, pero existen tres preguntas que debemos responder: ¿cómo maximizar
sus potencialidades?, ¿de quién son esos medios?, y ¿qué haremos cuando el
capital nos los cierre? Cuando surgió la imprenta, el Vaticano y el resto de
poderes se lanzaron a controlar su uso, estableciéndose una batalla que
todavía se libra. La prensa diaria la inventó el cardenal Richelieu, y
Napoleón cerró la mayoría de los periódicos para aumentar su poder. Sabemos
que los Estados pueden cerrar Internet, bloquear la telefonía móvil, etc.,
cuando quieran, sumergiéndonos en el “silencio informativo”. ¿Qué hacer
entonces? La respuesta pasa por el debate sobre la organización militante:
es la práctica personal, el contacto cara a cara, la conversación y el
debate en la práctica lo que maximiza el potencial de los nuevos medios, y
el que confirma las relaciones establecidas electrónicamente. Sin la
práctica en la calle, Internet degenera en el “ciberizquierdismo” sin
realidad material. Es la lucha organizada la única que puede crear redes
capaces de aguantar durante más tiempo las censuras y cierres, y la única
capaz de pensar lo que hay que hacer bajo el “silencio informativo”,
activando otros medios ya pensados con anterioridad.
Y la cuarta y definitiva es la confirmación histórica del argumento central:
tarde o temprano se agudizarán las contradicciones sociales, volverán las
luchas y la burguesía endurecerá su política. No es determinismo
catastrofista, sino conocimiento de la evolución burguesa entre expansiones
y crisis. Conforme se gesta, expande e intensifica la crisis, la necesidad
de la organización revolucionaria se vuelve impostergable, pero la solución
de este problema que puede llegar a ser decisivo, dependerá de cómo se haya
actuado en los tediosos períodos de calma y “normalidad”, cuando algunos
generalizan la idea errónea de que ha desaparecido la explotación o de que
se ha suavizado tanto que ya no son necesarias “caducas teorías”. Si ningún
colectivo ha mantenido vivo el embrión organizativo la burguesía apenas
encontrará resistencias organizadas y menos aún programas revolucionarios
que faciliten el salto del malestar social a la conciencia política dentro
de un programa de transformación socialista. La derecha campará a sus
anchas, sabedora de que tiene muchos recursos para impedir que la
indignación de una minoría se transforme en rebelión de la mayoría. La
derecha sabe por experiencia propia que uno de los peores peligros para su
sistema es el crecimiento de organizaciones revolucionarias, las únicas que
pueden actuar como mediaciones entre la indignación y la rebelión.
*Comunicado del Estado Mayor de las FARC al cumplirse 47 años de lucha*
*
*
*Escrito por Estado Mayor Central de las FARC-EP Sábado, 28 de Mayo de 2011
12:59 *
Colombianas y colombianos, hermanas y hermanos de Latinoamérica: en este mes
de mayo se cumplen 47 años de barbarie impuesta a nuestra patria, 47 aciagos
años de muerte aleve, de persecución implacable, de encarcelamientos
injustos, de negación de derechos fundamentales a los ciudadanos, de despojo
de tierras y viviendas, de destierros y desplazamientos, de enriquecimientos
inmorales y de empobrecimiento violento, tan violento como la pobreza misma,
causados por los distintos gobiernos que han ejercido el poder para la
opulenta minoría.
47 años de violencia partiendo desde el día que el bipartidismo
liberal-conservador personificado en el excluyente, corrupto e infame pacto
de alternación presidencial del Frente Nacional, en el gobierno de Guillermo
León Valencia tomó la decisión de enrumbar el curso histórico de la patria
por los despeñaderos de la barbarie, lanzando la más grande ofensiva militar
que hasta el momento se conociera en Latinoamérica, con más de 16.000
efectivos de la fuerza armada gubernamental y orientada desde la Casa
Blanca, en su estrategia para el control geopolítico del continente y
contener los vientos de dignidad e independencia que soplaban desde la
revolución cubana, articulado en el Plan LASO (Latin American Security
Operation)para aniquilar al campesinadode Marquetalia.
Es que la violencia y el arrodillamiento ante el amo yanqui, ha sido por
excelencia la conducta política de las clases gobernantes en Colombia.
Hay verdades que incomodan a las clases que detentan el poder y a sus
portavoces, como la de que, la violencia es la característica principal de
su conducta política, y por eso lanzan a escena todo su tinglado mediático
para hacer de sus trampas y mentiras “verdades oficiales”, como la
justificación para la agresión a las comunidades agrarias en Marquetalia,
bajo el estigma de “repúblicas independientes”, cuandoel corifeo de la
sinrazón, en el congreso de la república, encabezado por el senador
ultraconservador Álvaro Gómez Hurtado azuzó el terror para desplazar a
sangre y fuego la resistencia en Marquetalia, por encima del clamor nacional
de paz que los acompañó, y obligándolos a proferir la resistencia de las
FARC-EP que crece imbatible acompañada de amor, esperanzas, iniciativas y
críticas de los colombianos.
Desde Marquetalia hasta hoy, las FARC-EP jamás hemos renunciado a la
solución política del conflicto social y armado, que la oligarquía
colombiana profundiza en cada ciclo de gobierno, porque la búsqueda de la
paz con justicia social es parte de nuestra génesis y razón de lucha, además
de la certeza de que es con la participación del pueblo volcado en acciones
e iniciativas como la construiremos.
Es con el pueblo empujando por la distribución justa de la tierra, por el
establecimiento de efectivas políticas de salud que prioricen en el hombre y
en la mujer y, no en las cuentas bancarias de los emporios económicos de la
corrupción que la comercializan; por alcanzar estrategias sociales que
prioricen en vivienda digna en campos y ciudades, educación para todos,
democracia plena para la convivencia nacional y el ejercicio pleno e
integral de los derechos humanos; por reducción del gasto militar y el
redireccionamiento de la política de defensa.
Es la movilización de todos los sectores de la sociedad colombina quien
impondrá la salida política del conflicto, iniciando con el acuerdo
humanitario que libere a todos los presos políticos que se encuentran en las
cárceles del régimen y a los prisioneros de guerra en poder de la
insurgencia.
Cuando el gobierno ordenó el ataque a Marquetalia, los campesinos agredidos
elevaron su voz por salidas de paz y bienestar, pero la ambición
bipartidista del Frente Nacional desató el desangre que nos azota. Y todas
las amenazas cayeron contra las fuerzas de resistencia encabezadas por los
legendarios comandantes Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Isaías Pardo,
Hernando Gonzales Acosta, Jóselo Lozada, Ciro Trujillo, Miguel Pascuas,
Fernando Bustos, Jaime Guaracas, Miriam Narváezy los 46 integrantes de la
pléyade fecunda de la gesta Marquetaliana y de la insurgencia que hoy
representamos las FARC-EP.
Y prometieron su aniquilamiento físico y con ello el fin de la resistencia
en pocas semanas. Desde entonces las amenazas y el “fue dado de baja”, el
“va gravemente herido”, el “le estamos respirando en la nuca”, “en cinco
meses los derrotamos”,el “necesito otros cuatro años para derrotarlos”, o el
“este es el fin del fin” ha sido el argumento para justificar el exponencial
gasto militar, que ha disparado la fuerza pública armada a más de 500 mil
efectivos, y que consumirá la quinta parte del presupuesto nacional del año
entrante. Y, que además, recepcionó cerca de los casi $10.000 millones de
dólares de ayuda norteamericana del fracasado Plan Colombia, ratificando lo
falaz de la publicitada tesis gubernamental del “pos-conflicto”, pero
profundizando las desigualdades que hoy deja a más de 30 millones de pobres.
En este casi medio siglo de confrontación armada, hemos puesto todas
nuestras energías por la solución política del conflicto, pero los sectores
del poder, que se crecen de privilegios en la guerra, han disparado sus
arsenales para que ello no sea posible. Los acuerdos de la Uribe, firmados
hace 27 años y que fueron esperanza de paz y prosperidad para la nación,
fueron ahogados en sangre con el asesinato de más de cinco mil integrantes
de la UP, el mayor genocidio contra un partido de oposición esperanzado de
paz.
En Caracas y Tlaxcala pusimos todo nuestro entusiasmo por retomar los
caminos de la solución política, pero el guerrerismo de la clase dirigente,
ostentado en la guerra integral del gobierno neoliberal de Cesar Gaviria, le
apostó al juego de la derrota militar de la guerrilla,y en lo económico a la
llamada apertura, que dejó en la quiebra a cientos de medianas y pequeñas
empresas elevando los niveles de pobreza.
A los diálogos del Caguán llegamos con los equipos espigados con las
esperanzas de reconciliación del pueblo, pero la estrategia de la clase
dirigente, orientada desde Washington, no era de paz, era ganar tiempo para
recomponer las estructuras de su fuerza armada golpeada duramente por el
accionar de las FARC-EP y desarrollar los planes de guerra contenidos en el
fracasado Plan Colombia y poner el territorio a disposición de las fuerzas
de ocupación yanquis y cabeza de playa para la agresión contra los pueblos
hermanos de América Latina que construyen soberanía y democracia.
La violencia nunca ha sido nuestra razón de ser, la violencia nos la
impusieron y es la característica principal de un régimen decadente que
medra en ella. Que asesina a los opositores para monopolizar el poder
político y crecer las chequeras de la corrupción o alcanzar reconocimiento
dentro de la estratificación de la muerte que estableció el ministerio de la
defensa, para recompensar los crímenes de Estado y que para eludir su
responsabilidad, eufemísticamente los han denominado “falsos positivos”.
Violencia que ha desplazado a más de 5 millones de compatriotas y
desaparecido a más de 19 mil colombianos, solamente en los 8 años de
gobierno de Uribe Vélez, para enriquecimiento de industriales,
agroindustriales, ganaderos, narco-terratenientes y militares.
Nuestra razón de ser es la paz de la vivienda digna, la del desarrollo
humano equilibrado, la de la educación gratuita en todos los niveles, la de
la salud preventiva para toda la nación, la de la reforma agraria integral
que beneficie a las comunidades campesinas, indígenas y afro
descendientes,la del salario justo y del empleo garantizado,la de la
protección integral del medio ambiente, la de las garantías políticas para
el debate y la participación en los órganos del poder político, la garante
del ejercicio pleno de los derechos humanos integrales, la del respeto y
garantías a las comunidades LGTV, la del reconocimiento pleno a los derechos
de género, la del reconocimiento al aborto como parte sustancial de una
sociedad que debe crecer en derechos y la del derecho a la protesta y a la
movilización social.
Y por esta paz nos la hemos jugado toda, hasta la vida misma, como lo han
refrendado con generosidadcientos de combatientes, entre quienes destacamos,
con compromiso indeclinable, a los inolvidables comandantes guerrilleros
Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Efraín Guzmán, Raúl Reyes, Iván Ríos,
Jorge Briceño, Mariana Páez y a todos nuestros héroes farianos.
Compatriotas, la paz es un derecho que tenemos que hacer realidad en esta
patria inundada de vejámenes.
La barbarie no puede seguir siendo parte de nuestro destino durante otros 47
años más, y menos ahora que con la movilización podemos imponernos un futuro
cierto y civilizado, ahora que el terror y el miedo acrecentado por el
modelo de Estado mafioso que implantó Uribe Vélez se devela de la corrupción
que ocultó la exaltada “seguridad democrática” donde la parapolítica, la
Yidis-política, los “falsos positivos”, los encarcelamientos masivos, las
fosas comunes en todo el país, el robo de recursos destinados al campo
mediante el programa “Agro-ingreso seguro” para enriquecimiento de los
aliados clientelares del régimen, las zonas francas para beneficio del
bolsillo familiar del ex presidente, los seguimientos ilegales del DAS, la
extradición de sus aliados narco-paramilitares para asegurarse impunidad,
las mansiones dentro de guarniciones militares para albergar a oficiales de
las fuerzas armadas condenados por crímenes de guerra y de Estado no
amedranta ya a nuestro pueblo, como este lo ha expresado ya en sus
reiteradas manifestaciones.
Movilizaciones que vienen creciendo desde el año pasado, y crecerán, como el
clamor de justicia social que reclama la nación, contra el continuismos del
Uribismo que representa la “Unidad Nacional”del presidente Juan Manuel
Santos, su neoliberalismo que propende un modelo de enclave garantista para
las multinacionales minero-energéticas que profundizará la crisis
humanitaria que afecta al país y la medioambiental que azota inclemente a la
nación en cada cambio de estación, de recorte y represión a las
libertadespúblicas, de profundización del conflicto social y armado
justificado en una concepción de seguridad nacional impuesta desde
Washington y que fundamenta todas las modalidades de crímenes de Estado que
se aplican en Colombia, de impunidad a la corrupción que campea en todos los
estamentos del Estado como los carteles de la salud que estableció la ley
100. Pero será la movilización y la unidad de todos, de todas las
organizaciones y expresiones de lucha como será posible alcanzar la
reconciliación y la reconstrucción de la nación, y nuestros esfuerzos, y los
de todas y todos los combatientes farianos, se ponen a disposición de esta
patriótica empresa.
A estos 47 años de barbarie oligárquica, tenemos que imponer la salida
civilizada al conflicto con el incontenible poder de la movilización.
Invitamos a todas las colombianas y colombianos, y a sus organizaciones para
que visibilicemos todas las esperanzas de paz con justicia social que
palpitan en el corazón de la patria, con actividades culturales,
exposiciones de arte, de música, danza y poesía; en encuentros deportivos,
caminatas ecológicas, encuentros literarios, grupos de estudio, foros,
conversatorios, encuentros, talleres, movilizaciones y marchas, para que la
antorcha de la paz se encienda desde ya, e ilumine las añosas esperanzas que
nos han querido cercenar. Y saludamos a todas nuestras hermanas y hermanos
de Latinoamérica que han venido acompañando al pueblo colombiano en este
empeño.
Convocamos a todo el pueblo a la acción y a la movilización, para enrumbar a
la nación por el camino de la solución política y dialogada, imponiendo
reglas fiscales cuyo propósito consista en beneficiar a los más
desprotegidos, con gravámenes más altos para los que mayores ganancias
adquieran. A establecer una política de salud pública que haga énfasis en la
colombiana y el colombiano común, y no en los bolsillos de los pulpos
financieros y de los carteles mafiosos que de ella se benefician como lo
evidencia el atraco de Saludcop producto de un modelo diseñado
exclusivamente para beneficio económico de los empresarios.
Por una política educativa que redima y eleve los niveles de investigación
científica de la nación y no la chequera de los monopolios privados de la
enseñanza. A establecer una ley de víctimas, restitución de tierras, en
beneficio de los sin tierra, de los despojados y de las víctimas, para que
la impunidad y repetición de los crímenes de Estado no siga siendo la regla,
y que avance hacia una profunda y verdadera reforma agraria y no la
pretendida política del presidente Santos de entregar baldíos a los sin
tierra y las tierras fértiles a los empresarios agroindustriales y
terratenientes.
A que se protejan los recursos naturales de la explotación de las
multinacionales que desplaza a la minería artesanal y a la pequeña minería y
deteriora el medio ambiente. A derrotar el continuismo de la llamada
“seguridad democrática”, ahora denominada “unidad nacional” y que persiste
en la militarización de la nación y en la criminalización de la protesta
social, de sus organizaciones y dirigentes. A imponer una reforma al infame
régimen de pensiones y a las lesivas normas laborales que exprimen al
trabajador y holgan a los patronos.
En estos 47 años de batallas por la paz de Colombia desde la resistencia
armada, nos ratificamos en el empeño de la reconstrucción y reconciliación
de la Colombia bolivariana, la patria grande y el socialismo, iluminados por
el pensamiento unitario del libertador Simón Bolívar. Porque la unidad y la
paz si son posible.
Estado Mayor Central de las FARC-EP.
Mayo 27 de 2011
*31-05-2011 *
*
*
*Raíces estructurales de la crisis*
*Federico Bernal *
*Página 12*
La mayor tasa de desempleo de la Unión Europea, un PBI per cápita semejante
al de los países del patio trasero de la Europa occidental, fortísimos
ajustes y planes privatizadores en plena aplicación. A diferencia de
Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Estados Unidos, entre otras
potencias del Primer Mundo, esa crisis es estructural e histórica. Y reviste
especial analogía con las anteriores y recurrentes crisis argentinas, no por
las coincidencias que pudieran existir entre el movimiento de los Indignados
y diciembre de 2001, sino porque ambos países se encuentran a medio camino
de su evolución.
La crisis española no es nueva. La diferencia notable en los indicadores
socioeconómicos e industriales verificada en los últimos 20 años, reflejada
en su atraso económico en relación con sus vecinos industriales ha sido, en
realidad, una constante histórica. Entre el siglo XV y mediados del XVIII,
España aumentó su dependencia económica, financiera y comercial del norte
europeo (Holanda, Francia y Gran Bretaña). Padeció asimismo la ruina de sus
industrias, su agricultura y ganadería. El motivo fue que el oro de América
latina sirvió para acentuar las condiciones objetivas y subjetivas del
atraso español. Así lo sintetiza el historiador español Manuel Colmeiro:
“España decayó en el siglo XVII de su antigua prosperidad y grandeza. Las
flotas y galeones que cargados de oro y plata venían de las Indias, dieron
ocasión a que los españoles perdieran su industria y aplicación al trabajo.
Esta condición inconsiderada destruyó la agricultura, arruinó las fábricas y
trocó en esterilidad la natural abundancia de nuestro suelo. Apenas
desembarcaban aquellos tesoros en Sevilla, cuando desaparecían el oro y la
plata del reino, mientras que Francia, Inglaterra, Holanda e Italia, y en
general las naciones aficionadas a la industria, sin poseer cerros como el
Potosí, sangraban a España con sus telares, imán de los metales preciosos”.
La única “reinversión” que la monarquía permitía con el “oro de las Indias”
pasaba por su utilización para el ahogo de las tendencias antifeudales
locales. La Rebelión de los Comuneros entre 1519-1520, demolida por Carlos
V, fue el primer y contundente caso. Carlos V abrió las puertas a la aduana
española a la importación de sedas extranjeras y arruinó la industria
española. A partir de 1813 y con Fernando VII en el trono, España vuelve a
sumergirse en el atraso y la dependencia. Casi doscientos años pasaron desde
entonces. Una monarquía ajena a la soberanía popular, con los borbones
contemporáneos siguiendo la línea fernandina; con empresarios, banqueros y
corporaciones que, como antaño la nobleza y los señores feudales, siguen
parasitando a costa del pueblo español. El oro latinoamericano, hoy arribado
a los puertos peninsulares en papel moneda, enviado por las filiales de las
empresas españolas que continúan guiándose por una explotación colonial del
Nuevo Mundo, sigue sin ser reinvertido en el país. Estas son las causas
estructurales del atraso y la dependencia de España
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/43-5209-2011-05-30.html
SamuelBarinasVarela-Corfisocial
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