Obreras de las plantaciones de flores en las sabanas de Bogota, en la finca Arboles, cuyos dueños estadounidenses se negaron a pagar los sueldos después que las y los trabajadores se habían organizado en un sindicato clasista. FOTO: D.E.
Casa Verde 1988. FOTO: D.E.
Emanuelsson y Marulanda.
FOTO: ALVÁN
RECUERDO COMO AYER, el 2 de diciembre de 2005. Por la ventana del avión con rumbo a Costa Rica-Honduras vi las sabanas de Bogota, esas estepas verdes donde 100.000 mujeres laboran en posición de rodillas en las “camas de flores”, mujeres, que de sus vientres perdían sus fetos por que no se atrevían decir que estaban embarazadas, por perder el trabajo. Pero que varias veces se declararon en huelga contra la explotación por esclavitud. Entrevistas a esas mujeres no hacían los colegas de los grandes medios de comunicación colombiana. Me titulaban “Doctor” cuando llegué a las plantaciones de Árboles Santa Cruz y me sentí incómodo y siempre, ante esa declaración, les expresé que sólo era “Doctor de Subversión”. Se rompió el hielo y me vieron casi como un igual y con confianza.
Vi las montañas desde la ventana del avión y los valles donde el campesino lucha por una reforma agraria y es enfrentado con balas asesinas. “Por eso existe la guerrilla en Colombia”, me contaron los campesinos en el departamento de Cundinamarca. “Acá, cuando respirábamos la palabra ´reforma agraria´ en la década ´50-´60, ´Los Chulavitos´o ´los Pájaros´ (los paramilitares de la epoca, nota D.E.) nos cortaron la cabeza con sus machetes y la colocaron al palo del potrero como advertencia a otros campesinos de ni pensar en el derecho a la tierra´.”
Por allá en el páramo de Sumapaz, donde llegué luego de tres jornadas de a caballo, en marzo de 1988 para ir a la segunda cumbre guerrillera de la Coordinadora GuerrilleraSimón Bolívar, donde por la primera vez pude hacer un reportaje con guerrilleras y entrevistar al legendario comandante de los comandantes, Manuel Marulanda, 23 años después siguen batallando en la ardua tarea de crearla Nueva Colombia. Los ocho años de Uribe o los Planes Colombia, Patriota, Victoria o Consolidación no han logrado quitarle el agua al pez, dos componentes que se complementan para sobrevivir.
SABIENDO QUE ME FUI a un largo exilio y que durante muchos años no podría regresar a ese hermoso país que se convirtió en mi segunda patria, sentí mucho dolor. Durante todos estos años he conocido mucha gente con una valentía increíble y he tenido muchos amigos. ¡Cuantos colombianos han sido asesinados por defender sus derechos, amigos caídos por las balas del Terrorismo de Estado!
Digo como dijo el veterano colega, Juan Gossain:
“¿Quién está atrás de esto? ¿Tres detectives del DAS? ¡No me hagan reír!”
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