Por Narciso Isa Conde
Que era un gran jurista, profundo conocedor de todas las vertientes del derecho.
Que era un intelectual con impresionante erudición. Académico de alto calibre. Formidable y ameno expositor. Escritor de fina, exquisita e impecable prosa.
Que ejerció con decoro y sabiduría la rectoría de nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo en momento de acoso oficial y cruel represión.
Que fue electo -sin mediar clientelismo- diputado de la República y se destacó entre los más brillantes y combativos de su época.
Ser humano agradable, amoroso, alegre, travieso, y franco… con una autoestima singular: “la modestia -solía decirnos – es virtud de los mediocres”, siempre con una sonrisa socarrona.
Presto, además, a sentencias morales lapidarias frente a los hacedores de la maldad: “ese es un hp, un gran hp”.
Si, si, si…todo eso es verdad…Si, si… pero eso no es lo más relevante ni lo más trascendente de la vida de Jottin Cury; aunque todo eso tuviera algo que ver con su mérito supremo, con el rol que lo catapultó al espacio de los muertos que no mueren: a la galería de nuestros próceres.
Nuestro querido Jottin, ese ser ilustrado, simpático y talentoso, fue además (¡y que además!) Canciller de la Revolución de Abril, del gobierno en armas de Caamaño y de la Guerra Patria contra el yanqui invasor librada en1965.
¡Canciller de la dignidad, carajo!
Y brilló junto a Caamaño con luz propia: por su inteligencia cultivada, por la calidad del equipo que lo acompañó, por la precisión y el calibre de sus denuncias ante un mundo indignado y por su fervor patriótico expresado con singular elegancia, audacia y valor.
Los “morterazos” sobre su pequeña oficina, no detenían sus dedos inteligentes sobre el teclado de su vieja maquinilla, ni obstruían sus consistentes alegatos y vibrantes “cables” ante los organismos internacionales y naciones del mundo.
Los intentos de sobornos y las propuestas de traición enardecían aun más su posición revolucionaria y su desprecio al invasor, a sus siervos y a los aliados vacilantes.
Realidades que pretenden ser silenciadas por la clase dominante-gobernante desde su dictadura mediática; ayudada por la pusilanimidad de una partidocracia mediocre y cipaya, empecinada en desconocer los ejemplos que develan sus harapos morales y su despreciable afiliación al bando “traidor y parricida”.
¡Misión imposible!
Porque paso a paso el Canciller de la Dignidad saldrá del esquema prefabricado para derrotar la conspiración del silencio.
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