26/03/2013
Artículos y Opinion
Ya nada puede impedir que estos dos héroes
populares se abracen eternamente en la inspiración revolucionaria de sus
pueblos.
Pese al odio desenfrenado que
las clases dominantes en Colombia profesan por la revolución bolivariana de
Venezuela y el Comandante Hugo Chávez, no vacilan en apelar a ellos cuando
quiera que resultan convenientes a su empeño de desacreditar a las FARC-EP. La
más reciente de las manipulaciones en ese sentido está representada por la
repetición multiplicada de la expresión del Presidente Chávez,al decir
que soñaba con que la paz para nuestro país se consiguiera antes del fin de
este año. Así que el mejor homenaje que podemos hacer las
FARC al Presidente fallecido es acelerar cuanto antes la firma de nuestra
desmovilización. Así de rápido se interpreta la voluntad de Chávez, con el fin
de ponerla al servicio de los intereses del imperialismo y la oligarquía
colombiana. Nadie se refiere a que
la comisión designada por el gobierno atienda en La Habana las viejas aspiraciones del campesinado, las
comunidades negras, los indígenas y todos los afectados en el campo por las
políticas neoliberales, conducta que sin duda contribuiría a la pronta firma de
un acuerdo final de paz. El amor del Presidente Chávez por la paz y
la solución política al conflicto colombiano es secuestrado por los voceros
del Establecimiento, para hacerlo coincidir con los afanes electorales de
Santos. Esas prisas adquieren mucho mayor peso que los frecuentes ataques de
Chávez al sistema capitalista, a las pretensiones norteamericanas de
dominación mundial, a las desastrosas políticas neoliberales, al
arrodillamiento de cualquier país del sur ante
la voluntad del imperio, a las bases y
presencia gringas en el vecindario, a la guerra y la represión como formas de
responder a los clamores de los pueblos. Ese Chávez tan
parecido a Manuel Marulanda no les agrada ni pizca, prefieren no recordarlo y
sobre todo ignorarlo. Resulta mucho mejor utilizar otro en beneficio de la
falsa aspiración a la paz de la burguesía y el latifundio colombianos. Es por eso que
a despecho de considerar que en el país hermano no existe democracia, y que
Chávez era lo más parecido a un déspota egocéntrico, cada vez que requieran
apelar a su figura para mostrar a las FARC que por las vías pacíficas y
democráticas es posible organizar al pueblo y llegar al poder, no dudan en
ponérnoslo como el ejemplo a imitar. Debiéramos ser como él, que salió a la
plaza pública, sin armas, a disputar en las urnas el rumbo del Estado. Y ganó.
Olvidaron el golpe de Estado de 2002 y la formidable respuesta
militar y popular que lo regres al poder. El peligro de las
interpretaciones superficiales es precisamente ese, que permiten utilizar con
los propósitos más bajos, las nobles aspiraciones y los sueños más puros de los
grandes hombres. La sede del gobierno colombiano deriva su
nombre de que en su costado oriental existió en la antigua Bogotá la casa donde
nació Antonio Nariño, el más grande de los próceres colombianos de los
tiempos de la guerra de independencia contra España, quizás el único
auténticamente revolucionario, que no se cansó nunca de denunciar y combatir a
la clase aristocrática criolla que se creía llamada por naturaleza
al poder. Tras regresar de su larga prisión en España, aborrecido por la
corte santanderista que se adhería como una sanguijuela al poder, Nariño fue
acusado y juzgado ante el Senado hasta conseguir sacarlo de la vida política. Pero
los herederos de Santander que hoy ocupan la Presidencia, inspirados por el
mismo odio contra Simón Bolívar, habitan sin el menor escozor en la que
bautizaron Casa de Nariño y hasta proclaman que por sus venas corre la misma
sangre rebelde de heroínas como Antonia Santos. Cuando les sea imprescindible,
se valdrán de la figura de Manuel Marulanda Vélez para denostar de las FARC de hoy.
No nos cabe duda de eso. Hombres como Bolívar y Nariño, como Marulanda y Chávez, siempre tuvieron
claridad acerca de quiénes eran los principales enemigos de sus pueblos. Y los
combatieron sin tregua, fueran cuales fueran las consecuencias que ello
les acarreara. Lo dieron todo por la independencia y la soberanía de la patria,
por el bienestar de los más débiles y desfavorecidos. Conscientes de la
importancia y la necesidad de la paz para la edificación de su obra redentora,
no vacilaron en recurrir a las armas y a la fuerza de los pueblos cuando quiera
que las clases dominantes pretendieron aplastar mediante la violencia y el
terror su avance hacia la materialización de la justicia. Este 26
de marzo conmemoramos las FARC-EP los cinco años de
la partida de nuestro querido Comandante y fundador. Un lustro ha transcurrido
desde cuando las más representativas voces de la oligarquía colombiana y el
militarismo fantasearon con la debacle definitiva de las FARC y la llegada del
fin del fin. El actual gobierno dio ya la espalda al sol y se acerca al final acosado
por urgencias reeleccionistas. Será el tercero de los gobiernos que siguieron
al de Andrés Pastrana, que decretó nuestra exterminación más de una década
atrás, cuando cerró el proceso de paz del Caguán. La recia vitalidad de las
FARC pone de presente cuán lejos de la realidad deambulan los sueños de los
poderes dominantes, y cuán llena de vida se halla la obra de Manuel
Marulanda Vélez. La cerrada concepción individualista que guía el
pensamiento de la oligarquía y el imperialismo, atribuye a cierto hombres el
papel determinante en toda construcción histórica, desechando por superflua la
actuación de las masas humanas que en su dinámica generan esos paladines. Eso
las conduce a creer que desaparecidos los grandes guías se derrumbarán por completo las estructuras
de la lucha. Están completamente equivocados. La movilización palpitante de los
pueblos puede ser confundida o desviada en algunos casos,
pero siempre regresará al cauce correcto para continuar avanzando. De ahí la
importancia de diseñar proyectos perdurables, capaces de esquivar los titubeos
en los momentos decisorios. Marulanda y los fundadores de
las FARC lo tuvieron claro, del mismo modo que Chávez y los arquitectos de la
revolución venezolana. O que Fidel y los hacedores de la revolución cubana.
No se trata de naciones y
luchas distintas. Pastrana se negó de modo
terminante a que el Presidente Hugo Chávez se entrevistara personalmente con
Manuel Marulanda en los tiempos del Caguán. Pero se necesitaba mucho más que
eso para separar los
intereses de ambos pueblos. Cada una de
estas patrias posee sus particularidades y desarrollos independientes, lo cual
convierte en absurda la pretensión de exportar la revolución de
una frontera a otra. Pero las identidades son muchas y terminan encontrándose.
Ya nada puede impedir que Marulanda y Chávez se abracen en la inspiración
revolucionaria de sus pueblos. Es inútil intentar usar al uno para enturbiar la
diáfana claridad del otro. Al llegar este marzo al quinto aniversario de la
muerte de nuestro Comandante Manuel Marulanda, sumamos a él otro gran maestro,
e Comandante Hugo Chávez, dos héroes populares hasta la eternidad.
Montañas de Colombia, 26 de marzo de 2013.
Por Gabriel Ángel
Fuente: *Samuel Barinas Varela*
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