Martes,
05 de Marzo de 2013
07:17
"Hemos de hallar un punto intermedio entre nuestra revolución y su capitalismo"
Autor: PASCUAL SERRANO El pasado septiembre, el
presidente colombiano, Juan Manuel Santos, hacía
pública la noticia de que
su
Gobierno iniciaba conversaciones de paz con la guerrilla de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC). Desde noviembre una delegación
del grupo insurgente permanece
en La Habana donde se mantienen estos
diálogos. El proceso tiene a Cuba y
Noruega como países garantes y a
Venezuela y Chile como acompañantes. Entre
los representantes de las FARC
designados para estas negociaciones se
encuentran Andrés París y Rubén
Zamora. Aunque ambos son comandantes del grupo
armado, prefieren que se les
llame miembros de la Delegación de Paz. Con ellos
analizamos en La Habana
esta oportunidad de poner fin a un conflicto que dura
más de cincuenta años
protagonizado por la guerrilla más antigua de América
Latina. Las
respuestas han sido consensuadas por ambos portavoces. ¿Por qué se
inician los diálogos y por qué en Cuba? Se dice que ustedes aceptan estas
conversaciones
porque se encuentran en un momento de debilidad Las FARC
toman la decisión de
dialogar en La Habana como consecuencia de un
intercambio que se desarrolló de
forma secreta en Caracas. En nuestra
concepción de las FARC se encuentra el
hecho de que somos un ejército de
guerrillas pero nuestra bandera es la
búsqueda de la forma política no
armada. Cualquier otra interpretación de que
llegamos en un momento de
debilidad político-militar no es cierta. La
supremacía militar es evidente,
pero estamos perfectamente adaptados a la
guerra de guerrillas. El poder
demoledor del capitalismo es tremendo ya que
gana las guerras desde el
aire. Por otra parte, los análisis del avance
tecnológico y las asimetrías
sirven de razonamiento para concluir que nos
encontramos al borde de la
derrota. Es indiscutible que nos han dado golpes
grandes, debido
fundamentalmente a las tecnologías de localización, pero
igualmente nos
hemos adecuado por nuestra gran movilidad y desplazamiento, y
por el
trabajo político. No hay comparación entre la inversión millonaria del
Estado
colombiano y el daño provocado. Nuestros comandantes muertos han
sido
reemplazados por comandantes jóvenes pero expertos. Mientras tanto, el
ejército
colombiano ha tenido entre 2.500 y 3.000 bajas por año, entre
muertos y
heridos. Lo que hace un total de 30.000 bajas a lo largo del
conflicto. El
momento más débil fue cuando nacimos, hoy somos un sólido
ejército que se
mantiene en pie de lucha a pesar del duro ataque al que
está sometido. Puede
ser que se nos aleje la posibilidad del triunfo, pero
eso no quiere decir que vayamos a renunciar
a la lucha. Pero insistimos en
que ahora buscamos una oportunidad a la paz. En
cuanto a la ubicación de
estos diálogos, hubo una etapa anterior secreta en
Venezuela. El Gobierno
no quiso
que estas conversaciones fueran en Colombia, por eso son en La
Habana.
Aceptaron Cuba para aislarlo de la sociedad, en Colombia hubiéramos
llevando
un millón de colombianos al lugar de diálogo. Hasta el propio
Fidel Castro les
planteó el fin de la vía militar Estamos de acuerdo en
que la lucha armada no
tiene vigencia, pero en Colombia se mantiene una
estructura de violencia
estatal que impide la participación de otras fuerzas y eso solo se puede
enfrentar con las armas. ¿Qué están dispuestas
a ceder las FARC? No estamos en
una mesa de negociación, sino de
conversación, en eso hemos coincidido las dos
partes. Es evidente que un
acuerdo para la paz requiere unos mínimos de ambas
partes, la máxima para
nosotros es la revolución, para ellos mantener su
sistema capitalista.
Hemos de
intentar encontrar un punto intermedio. Tenemos plena disposición
para hablar
de todos los temas, además de los incluidos en la agenda
pactada. Se trata de
solucionar el conflicto. Santos les golpeó cuando
era ministro de Defensa con
Álvaro Uribe, ¿por qué con él sí hay diálogo y
con Uribe no? Uribe está
comprometido con la guerra y el paramilitarismo.
Santos plantea otra opinión y
creemos que esa ventana debíamos explorarla,
pero por convicciones políticas no por debilidad militar. La
opción
política es la salida menos dolorosa. Se trata de permitir a los
colombianos
abordar la solución política. Hay que dinamizar un espacio que
permita a los
colombianos expresarse sin criminalizar la lucha social. El
acuerdo sería
parte de un proceso más profundo y más largo. Entonces nos correspondería
seguir la revolución por otro medios pacíficos, esos que no
nos han permitido
hasta ahora. ¿Creen que se puede repetir las
experiencia de la Unión
Patriótica, cuando intentaron incorporarse a la
vida política legal y les
asesinaron a miles de militantes y cargos
políticos? No estamos dispuestos,
pero queremos la solución política con el
apoyo del pueblo en la nueva
realidad política. Si no es posible,
seguiremos con la guerra de guerrillas.
Hace falta una movilización
contundente de los colombianos para mantener este proceso. Hay ataques
desde
sectores latifundistas y mafiosos para bloquearlo. Todo esto se
deberá
refrendar con una Asamblea Nacional Constituyente, se trata de crear
una nueva
institucionalización, un nuevo Estado para la paz. ¿En qué
momento del diálogo
se encuentran en este momento? Discutiendo sobre el
acceso a la tierra, la
concentración de la tierra es el origen del
conflicto. Más del 65 % está en
manos del 0'4% de la población.
Terratenientes y financieros controlan la tierra y eso queremos
revertirlo. Hemos logrado algunas coincidencias, la idea de crear un fondo de
tierras,
para una futura
redistribución dándosela a los campesinos. Veinte millones
de hectáreas
podrían resolver el problema, el Gobierno ha ofrecido 8
millones (3 millones ya
las ocupan de forma alegal los campesinos). Aún no
estamos de acuerdo en las
cifras, pero coincidimos en la necesidad de un
fondo. ¿Cuáles son los
principales obstáculos a los que se enfrentan? Es el
latifundio y los mafiosos
y empresas transnacionales que se hicieron
ilegalmente con la tierra. Ellos
han despojado a los campesinos en torno a
diez millones de hectáreas y
colaboraron con su exterminio. Mientras el
Gobierno no quiera romper con ellos
habrá dificultades. El Gobierno quiere
una propuesta agraria que no toque el
status quo de los latifundistas, es
decir, legislar para legalizar ese despojo
y el paramilitarismo que masacró
a
los campesinos. No se le puede pedir a una de las partes que
desaparezca. Con
la desaparición de las FARC la violencia no acabará,
porque es del Estado colombiano contra el
campesinado. ¿Cuál puede ser el
papel de EEUU y Europa en esta búsqueda de la paz o qué le piden a
estas
potencias? Deben comprender que es más rentable la paz que la guerra.
Se
pueden establecer fuentes de desarrollo económico que incluso puedan estar
invitando
al capital extranjero, pero con el Estado colombiano como
principal accionista.
Pero es que las multinacionales que hay ahora lo que
pretenden es aprovecharse
de todo el país y sus recursos. No quieren pagar
más del 10% de regalías por
la explotación de los recursos. De esa forma
habrá una resistencia e
indignación entre los colombianos. Por otra
parte, Europa debe aceptar un
reconocimiento público de la insurgencia y
levantar su clasificación de
organización terrorista. En cuanto a Estados
Unidos, una forma de colaborar en
la búsqueda de la paz sería la liberación
y participación del dirigente de las
FARC Simón Trinidad, extraditado en
ese país, para que esté en la mesa de
diálogo como un gesto de paz que
genere confianza. Si EEUU respalda el proceso
debería permitir su
incorporación. Pero el principal obstáculo es el Gobierno
colombiano que no
lo ha pedido. ¿Y el papel regional de América Latina? En el
resto de
América Latina sigue habiendo capitalismo, pero se ha renunciado a
la
violencia para aplicarlo, como sigue sucediendo en Colombia. Nuestro
Gobierno
se resiste a cambiar ante el nuevo panorama de América Latina.
Colombia no debe ser un país de acero donde no
entran los vientos que
corren por todos lados. Me pongo a soñar. Dejamos las
armas, se
comprometen con los acuerdos. Si tiene la tentación de repetir la
masacre
de la Unión Patriótica ahí debe intervenir la CELAC (Comunidad de
Estados
Latinoamericanos y Caribeños, integrada por 33 países), es importante
el
papel regional. Diversas informaciones están mostrando la posibilidad de
un
proceso legal contra Álvaro Uribe por los casos de falsos positivos, el
asesinato
de campesinos a los que se le hizo pasar por guerrilleros. ¿Qué
opinan al
respecto? Se trata nada menos que de 70.000 falsos positivos
según la
información que poseen las autoridades estadounidenses en base a
los datos
proporcionados por los cabecillas paramilitares presos en ese
país. Se trata
de una información que ahora han decidido proporcionar a la
opinión púbica internacional. Hubo una connivencia entre Estado,
terratenientes
y paramilitares en llevar a cabo masacres masivas Entendemos
que la rivalidad
pre-electoral entre Santos y Uribe ha llevado a la decisión
del presidente
Santos de entregar a Uribe a la autoridad penal
internacional para ser juzgado
por sus crímenes. Esto provocará una gran
confrontación con un participación
activa de los paramilitares presos en
EEUU. ¿Y qué trascendencia puede tener
esto en la política colombiana? Uribe
es un hombre violento, pero Santos no lo
es menos. Si se avanza a una
confrontación entre ellos, Uribe quedaría
aplastado por el Estado. Quieren
dividir a Colombia entre partidarios de Uribe
y de Santos, donde no quepa
la opción de izquierdas. Ambos tienen
responsabilidad en la criminalización
del otro. Hay que buscar una vía
colombiana de centro izquierda que diga sí
a la paz y al cambio político. Están
madurando las condiciones para ello.
Los ciudadanos perciben la necesidad de la
paz en Colombia. Podemos decir
que se puede iniciar una fase de respeto para
la participación de todas las
opciones en las elecciones en Colombia ¿Cuál
está siendo la posición de la
ciudadanía ante estos diálogos y especialmente
el campesinado? La gente se
ha venido expresando, pero hay un cerco mediático
alrededor del diálogo y
de los sectores ciudadanos. Se han dado ocho
encuentros regionales donde
participó la gente y dijo cómo construir la paz a
partir de un cambio en la
propiedad de la tierra. Hemos insistido en que el
proceso de paz no debe de
hacerse a espaldas de la gente, pero hay una guerra
informativa contra el
proceso.
*Samuel Barinas Varela*
Corfisocial
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