A las puertas de El Ubérrimo
Marzo 24 de 2010
Por: Iván Cepeda Castro
Clodomiro Castilla fue asesinado cuando leía un libro en la terraza de su casa. Dos hombres forzaron la entrada de su vivienda y le dispararon.
Lo conocí en una de las visitas que hice a Montería en la época en que estaba escribiendo, junto con Jorge Rojas, el libro A las puertas de El Ubérrimo. Clodomiro era un reconocido periodista en la ciudad. Después de haber consagrado años a la radio, dirigía la revista El Pulso del Tiempo. Desde sus páginas hizo denuncias diarias sobre las numerosas evidencias de los vínculos de ganaderos y políticos con los paramilitares y la corrupción en la administración pública de Córdoba. En las conversaciones que sostuvimos, me describió el ambiente que durante años había reinado en la ciudad y en el departamento.
La abierta complicidad con los paramilitares se había convertido en una especie de valor social que incluía la admiración a sus actuaciones y que se encarnaba en el monumento que, con dineros públicos, se erigió en un lugar céntrico de Montería. A los jefes de las Auc se les veía en todas partes, en los clubes sociales y patrullando las carreteras. Me decía que incluso era frecuente, en ese tiempo, oír que merodeaban la hacienda El Ubérrimo, propiedad de Álvaro Uribe Vélez. Todo el mundo sabía cómo localizarlos. Me contó la historia de la finca La Capilla, ubicada a pocos minutos de Montería por la vía a Tierralta, que servía de centro de operaciones a Salvatore Mancuso.
A mediados de 1990, por allí desfilaban reconocidos personajes de la vida local: el ganadero Rodrigo García, el ex gobernador Jesús María López, el director del periódico El Meridiano de Córdoba William Salleg, entre otros. Precisamente con este último, Clodomiro sostuvo una intensa polémica. Primero lo acusó de ser íntimo aliado de Mancuso y de ser su asesor de prensa. Respaldó su afirmación con una conversación grabada que entregó a las autoridades competentes, y recordó que años atrás, William Salleg y su padre aparecieron en la lista que la Fiscalía había elaborado con los nombres de 615 presuntos financiadores de las Auc. Luego, lo acusó de robar tierras a campesinos con el respaldo de bandas armadas.
Estas denuncias no sorprendieron a nadie en Córdoba, pues en El Meridiano se hacía constante apología de la causa paramilitar y aparecían fotos de la familia Salleg con miembros del clan Mancuso. Para el décimo aniversario, el periódico lanzó una promoción: con la suscripción, los lectores obtenían gratis un ejemplar de la biografía de Mancuso. Pese a todos estos hechos, el presidente Uribe —quien ha ofrecido, como es habitual, una recompensa para quienes suministren información sobre los asesinos de Clodomiro— nunca ha ocultado su simpatía hacia la labor periodística de El Meridiano, que considera un diario dedicado “a la causa de los pobres y los débiles”, “insobornable frente al delito, insobornable frente a la corrupción, insobornable frente a la venalidad e insobornable frente a los malos gobiernos”.
La noticia que da cuenta de la muerte del director de El Pulso del Tiempo fue presentada en primera página de esa publicación “insobornable” como el fin previsible de un delincuente y extorsionista. Pero ese no es más que un intento por justificar la eliminación de un comunicador que fue, él sí, intransigente con la criminalidad. Clodomiro Castilla se suma a la larga lista de ciudadanos que han pagado con su vida el condenar los aparatos mafiosos que controlan la sociedad cordobesa. A esa lista pertenecen las líderes de las mujeres desplazadas Yolanda Izquierdo, quien reclamó para los campesinos 800 hectáreas de la finca Las Tangas, y Ana Isabel Gómez, asesinada por denunciar que los municipios costeros de Córdoba se han convertido en puertos del narcotráfico de las estructuras paramilitares. Todo esto sigue ocurriendo a las puertas de El Ubérrimo.
Foto: Jesús Abad Colorado
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment